A mi la playa me gusta siempre. En el verano por su puesto, haga sol o este nublado, pero en el invierno tiene algo especial. Un buen paseo por la playa, respirando la brisa fresca del mar, tiene algo de mágico y sanador. Te llena de energía y es capaz de curar muchos males del corazón.
Muchas veces cuando un sábado por la mañana nos levantamos y vemos que brilla el sol y literalmente saltamos de la cama con las botas de agua puestas para disfrutar de la playa, aunque sea en invierno y con cuarenta capas de ropa, pienso en lo afortunados que somos de vivir en un sitio que nos permite estar en contacto directo con la naturaleza y lo importante que supone esto para mi y para la vida que yo quiero darle a mi hijo.
Porque tiene que haber tiempo para diversiones de todo tipo pero es muy importante para nosotros que Enzo aprenda a disfrutar con las pequeñas cosas que a nosotros nos hacen felices, y una de ellas es levantarnos y salir a caminar, a respirar el aire del mar.
Este sábado estuvimos jugando a buscar tesoros. A Enzo le encanta coleccionar todo tipo de conchas, caracolas y piedras pequeñitas. Vamos juntando las que más nos gustan y las metemos en una cajita pequeña. Más tarde cuando nos marchamos las volvemos a echar al agua y para convencerlo de que no nos las podemos llevar le decimos que tiene que irse al agua con su mamá. Pero este sábado a demás de todos estos pequeños tesoros encontramos dos estrellas de mar. Vamos yo creo que son estrellas de mar aunque no son las más convencionales. ((Si alguien lee esto y sabe si me estoy equivocando por favor sacarme de dudas)) Enzo las tuvo en la mano y con mucha delicadeza las dejamos en la orilla. Estaba alucinado, al llegar a casa fué lo primero que le contó a su abuela.
Y así empezamos nuestro sábado, de la mejor manera que pudiese imaginar.
¡Feliz semana amigos!
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