El viernes pasado viví uno de los momentos más duros y angustiosos desde que soy mamá. Todo iba sobre ruedas hasta ese momento, aquí Mr E había ido a su clase de natación, se lo había pasado pipa, y estábamos preparando macarrones para cenar. Siempre me pide mirar mientras cocino y desde hace algún tiempo quiere ayudarme, así que yo busco pequeñas cosas que el pueda hacer para que se sienta útil y entretenido al mismo tiempo mientras yo preparo. Siempre había tenido respeto por la cocina y sabe de sobra que la plancha de la vitro quema pero hoy más que nunca puedo decir que los niños son totalmente impredecibles y en medio segundo que me giré para poner una cacerola en el fregadero ZAASSS! no se le ocurrió más que poner la palma de la mano en el fuego.
Tengo que reconocer que al principio pensé que la cosas no había sido para tanto. Intenté calmarlo con muchos mimos y le lavé la manito con agua fresca pero Enzo no paraba de llorar y yo cada vez me angustiaba más y me hacía consciente de que le dolía mucho, muchísimo, así que allá nos fuimos a urgencias.
El lloraba, yo lloraba...así que os podéis imaginar el panorama...solo tengo palabras de agradecimiento para todas las enfermeras que nos consolaron con tantísimo cariño a los dos. Y gracias a dios la cosa se quedó en una quemadura sin mayor repercusión que unos cuantos días con la manito vendada y unas cuantas curas.
Y es que para mayor sorpresa mía todavía Enzo ha llevado fenomenal el tema de la venda. Le ha contado a conocidos y desconocidos lo que le pasó y nos tiene la cabeza martilleada con su pupa. Se ha dejado hacer las curas siempre con una sonrisa e incluso cuando fuimos a la Unidad de Quemados y le tuvieron que recortar la ampolla no dijo ni mu. Mi peque es todo un valiente y ha día de hoy creo que lo que va a terminar siendo un problema va a ser el hecho de tener que quitar la venda... con eso lo digo todo...
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